Qué hacer cuando no sintonizamos ?
La mirada de Facundo busca debajo de las sábanas hasta descubrir el otro cuerpo semidesnudo. Los chicos se quedaron a dormir en lo de la abuela, y la ocasión parece ideal por dónde se la mire. Casi un mes ha pasado, y si bien intentó acercarse a ella varias veces, su esposa tenía obligaciones: “los niños, la comida…”. Pero ya no importa, porque la libido le carcome la cabeza y ella está ahí, a medio dormir, y sin excusas válidas que la eximan.
Entonces se mete en la cama, mientras su mano ciñe la cintura de su mujer, la acaricia con suavidad; tentándola a la aventura. Y sucede lo inesperado: “ahora no tengo ganas”. Un cachetazo, un balde de agua fría, y sus ansias intentando salir airosas de las sábanas.
Qué sí…, que no…
Esta situación, que parece tan cotidiana, tiene una explicación científica. Se la denomina “discronaxia sexual” y se la define como la diferencia en los ritmos sexuales de la pareja, que no puede ser solucionada a través de la comunicación entre ambos integrantes. Hasta ahí la teoría: una conceptualización clara, pero que en lo concreto se transforma en un golpe duro para quien lo experimenta.
Mariela tiene 40 años, es profesora de inglés en un Instituto de Godoy Cruz, y hace 10 que está casada. Tiene tres hijos y su marido, Ernesto, es visitador médico.
“Los tiempos se modifican de una manera que no podés manejar cuando tenés chicos. Las obligaciones, los horarios y el cansancio son inevitables; sobre todo cuando son más chiquitos. Tuvimos una época dura: si él me buscaba en la noche o en la mañana, yo lo rechazaba. Lo deseaba, sí; pero el cansancio crónico hizo mermar mi libido. El llegó a pensar que yo tenía a otra persona. Fue una época dura y sólo cuando pudimos hablar, y pedir ayuda, comenzamos a visualizar el problema”.
El término “discronaxia” proviene del griego, y se compone de varios elementos semánticos: “dis” (alteración, alterado), “khronos” (tiempo) y “axia” (valor u orden); y, más allá de este detalle lingüístico, es importante que “si los integrantes de la pareja lo resuelven por sí solos, no hay disfunción o problema; pues estas diferencias se manejan al igual que otras variaciones, en gustos y estilos -detalla el médico especialista en sexología clínica, Miguel
Palmieri-: alimentación, vestimenta, salidas, pasatiempos; sin generar conflicto”.
Pero con las idas y vueltas actuales, en realidad cualquier persona es susceptible de padecer este problema en algún momento de la vida en pareja.
“Es importante mencionar que aquí debe hacerse hincapié en que los dos tienen deseo normal -uno alto y el otro bajo- pues si hubiera deseo ‘anormal’ o patológico, inhibido o exacerbado, la problemática que se presenta no debe
ser catalogada como ‘discronaxia’ sino como trastorno del deseo, que requiere otro enfoque y tratamiento”, argumenta Palmieri.
La discronaxia se presenta fundamentalmente porque la sexualidad es un ámbito que todavía encierra grandes incógnitas para la pareja. Es culturalmente importante comenzar a desarrollar el hábito de la comunicación íntima.