Cuando se habla sobre fantasías sexuales, en general, las mujeres suelen preferir guardar silencio pese a que este universo es muy común pero poco explorado en este género. Muchas veces, la incomodidad tiene que ver con lo que la fantasía implica. Pero antes de continuar debemos saber que la fantasía sexual es algo que excita por el simple hecho de contarse. Por más que se describa un acto sexual de manera fría y distante podemos ver que la descripción de la fantasía que acompaña ese acto, probablemente, volverá a resultar excitante. Estos deseos conforman el jardín secreto de cada uno.
Este término lo introdujo Nancy Friday, pionera en fantasías sexuales femeninas,
en su libro Mi jardín secreto. Y esta metáfora nos otorga claves para descubrir qué
implica la fantasía en la mente o en la sexualidad femenina. La idea de un jardín
indica algo florido, colorido y de abundantes aromas. Y el calificarlo como secreto
se asocia con el rubor, con esa idea de que, a lo mejor, si lo cuento, pierda el
sabor, aroma o sensación que nos produce esa fantasía mientras la mantenemos
en secreto.
Las fantasías no son algo que tenemos sólo en la vida adulta, la mayoría de ellas
surgen en la infancia y cobran real dimensión erótica en el momento en el cual nos
encontramos solos con nosotros mismos. Allí es cuando se empieza a descubrir
que, en ese jardín, algunas flores no gustan más que otras. Encontrarnos primero
con nosotros mismos nos permite descubrir qué nos excita, vaya o no con lo
socialmente aceptado.